jueves, 30 de enero de 2014

El espíritu del niño



            Hace mucho tiempo, allá por 1920 en un rancho llamado “El pesebre” vivía una pareja de campesinos, don Vicente Vidaña y doña Altagracia Pérez, su esposa. Su casa, aunque modesta, contaba con todo lo que pudieran necesitar. Cada mañana Julia, una jovencita lugareña de buen parecer pero de aspecto humilde, ayudaba a Altagracia a hacer las tareas del hogar mientras Vicente trabajaba en su pequeño ranchito. Hacia poco que el padre de Julia había muerto y ella tuvo que trabajar para ayudar a su madre, aunque esto no le quitaba nada para que fuera coqueta con los chicos del pueblo hasta resultar embarazada. Julia era de cuerpo muy esbelto y ayudada por la manera en que se fajaba, su embarazo pasó desapercibido pues nunca llamó la atención de su madre ni de sus patrones.
            Un domingo en que se inauguraba la feria en el pueblo, Vicente y Altagracia se divertían de lo lindo y regresaron a su casa muy de madrugada y exhaustos en gran manera. De pronto, se escuchó un alboroto en el corral. Las cabras empezaron a agitarse y Vicente, pensando que se trataba de algún coyote, tomo su rifle 30-30  y fue hacia el corral. Al llegar ahí, quedo petrificado. No podía creer lo que estaba viendo. Un niño pequeñito saltando de cabra en cabra y riéndose a carcajadas el cual desapareció mientras Vicente no salía e su asombro.
            En las noches siguientes era difícil conciliar el sueño ya que los animales seguían haciendo mucho escándalo, por lo cual Vicente, aconsejado por una vecina, fue a ver a la “bruja” del pueblo y le contó lo que estaba sucediendo en su ranchito. Al oír la historia, la bruja le recomendó que buscara el cadáver de un niño no nacido pues la aparición que el vió no se trataba de otra cosa sino del espíritu de ese niño que no había alcanzado a nacer.
            Vicente regresó a casa y habiéndole contado todo a su esposa, se pusieron a buscar el cadáver de ese niño pero no encontraron nada. Noche a noche el escándalo no cesaba siendo esa noche la primera vez que Altagracia miro al niño traveseando de cabra en cabra.
            Cierto día Altagracia se disponía a hornear un pan para su comadre Cresenciana quien cumplía años. Pero al preparar el horno de leña descubrió que la tierra debajo del horno estaba acomodada de forma irregular por lo que llamo de inmediato a Vicente. Al escarbar en ese lugar, encontraron el esqueleto de un niño pequeñito y sin pensarlo lo llevaron a enterrar en el camposanto. Sin embargo, esa noche el alboroto continuó como si nada hubiera pasado. El pequeñito se divertía dando saltos de cabra en cabra y riéndose con tremendas carcajadas por lo que, al día siguiente, Vicente se encontró nuevamente con la bruja quien esta vez le dio indicaciones un tanto drásticas.
-“Cómprate un bloque de hielo y pártelo en trozos pequeños del tamaño de tu puño y cuando veas a este duende, le das de pedradas con los pedazos de hielo. Ah! Una cosa más. No sientas lástima por él ni hagas caso a sus súplicas. Simplemente apedréalo hasta que se vaya”-
            De esta manera, Vicente compró un bloque de hielo y tuvo todo preparado como le había indicado la bruja. Al llegar la noche, el alboroto comenzó en el corral y Vicente ni tardo ni perezoso corrió hacia el corral armado con un cubo lleno de pedazos de hielo.
            Al ver al duende comenzó a tirarle pedradas de hielo y este parecía divertirse mas esquivando los proyectiles hasta que uno de ellos dio justo en el blanco, o mejor dicho, justo en el duende. Al caer al suelo, el duende empezó a llorar cual niño y suplicando con una voz conmovedora para  que Vicente ya no le pegara más. Vicente recordó las palabras de la bruja – “no hagas caso de sus súplicas”- y siguió apedreando al duende muy a su pesar. De pronto, el duende dio un gran salto hacia la cerca del corral  y limpiándose las lágrimas le gritaba a Vicente –“ Hasta febrero, hasta febrero!!”- y en un pestañeo, el duende desapareció.
          A la noche siguiente Vicente estuvo al pendiente por si el duende regresaba pero ya no volvió por muchos meses. Vicente y su mujer descubrieron que julia había abortado a su hijo debido a que se fajaba demasiado apretado para disimular el embarazo.
          El tiempo siguió su marcha hasta que al siguiente año, en febrero, el escándalo en el corral se repitió al igual que Vicente repitió la forma de deshacerse del duende travieso. Este duende, ha venido siguiendo a la descendencia de los Vidaña apareciéndose cada mes de febrero para hacer travesuras las cuales parecen divertirle mucho. El método para deshacernos de el, es el mismo usado por los bisabuelos de mi padre. Y créanme que es muy conmovedora la forma en que el duende pide clemencia. Bueno, pues esta ha sido la leyenda del duende travieso.
 – Hasta febrero, hasta febrero !!!!.