Hace mucho tiempo, allá por 1920 en un rancho llamado “El
pesebre” vivía una pareja de campesinos, don Vicente Vidaña y doña Altagracia
Pérez, su esposa. Su casa, aunque modesta, contaba con todo lo que pudieran
necesitar. Cada mañana Julia, una jovencita lugareña de buen parecer pero de
aspecto humilde, ayudaba a Altagracia a hacer las tareas del hogar mientras
Vicente trabajaba en su pequeño ranchito. Hacia poco que el padre de Julia
había muerto y ella tuvo que trabajar para ayudar a su madre, aunque esto no le
quitaba nada para que fuera coqueta con los chicos del pueblo hasta resultar
embarazada. Julia era de cuerpo muy esbelto y ayudada por la manera en que se
fajaba, su embarazo pasó desapercibido pues nunca llamó la atención de su madre
ni de sus patrones.
Un domingo en que se inauguraba la feria en el pueblo,
Vicente y Altagracia se divertían de lo lindo y regresaron a su casa muy de
madrugada y exhaustos en gran manera. De pronto, se escuchó un alboroto en el
corral. Las cabras empezaron a agitarse y Vicente, pensando que se trataba de
algún coyote, tomo su rifle 30-30 y fue
hacia el corral. Al llegar ahí, quedo petrificado. No podía creer lo que estaba
viendo. Un niño pequeñito saltando de cabra en cabra y riéndose a carcajadas el
cual desapareció mientras Vicente no salía e su asombro.
En las noches siguientes era difícil conciliar el sueño
ya que los animales seguían haciendo mucho escándalo, por lo cual Vicente,
aconsejado por una vecina, fue a ver a la “bruja” del pueblo y le contó lo que
estaba sucediendo en su ranchito. Al oír la historia, la bruja le recomendó que
buscara el cadáver de un niño no nacido pues la aparición que el vió no se
trataba de otra cosa sino del espíritu de ese niño que no había alcanzado a
nacer.
Vicente regresó a casa y habiéndole contado todo a su
esposa, se pusieron a buscar el cadáver de ese niño pero no encontraron nada.
Noche a noche el escándalo no cesaba siendo esa noche la primera vez que
Altagracia miro al niño traveseando de cabra en cabra.
Cierto día Altagracia se disponía a hornear un pan para
su comadre Cresenciana quien cumplía años. Pero al preparar el horno de leña
descubrió que la tierra debajo del horno estaba acomodada de forma irregular
por lo que llamo de inmediato a Vicente. Al escarbar en ese lugar, encontraron
el esqueleto de un niño pequeñito y sin pensarlo lo llevaron a enterrar en el camposanto.
Sin embargo, esa noche el alboroto continuó como si nada hubiera pasado. El
pequeñito se divertía dando saltos de cabra en cabra y riéndose con tremendas
carcajadas por lo que, al día siguiente, Vicente se encontró nuevamente con la
bruja quien esta vez le dio indicaciones un tanto drásticas.
-“Cómprate un bloque de hielo y pártelo en trozos pequeños del tamaño de
tu puño y cuando veas a este duende, le das de pedradas con los pedazos de
hielo. Ah! Una cosa más. No sientas lástima por él ni hagas caso a sus súplicas.
Simplemente apedréalo hasta que se vaya”-
De esta manera, Vicente compró un bloque de hielo y tuvo
todo preparado como le había indicado la bruja. Al llegar la noche, el alboroto
comenzó en el corral y Vicente ni tardo ni perezoso corrió hacia el corral
armado con un cubo lleno de pedazos de hielo.
Al
ver al duende comenzó a tirarle pedradas de hielo y este parecía divertirse mas
esquivando los proyectiles hasta que uno de ellos dio justo en el blanco, o
mejor dicho, justo en el duende. Al caer al suelo, el duende empezó a llorar
cual niño y suplicando con una voz conmovedora para que Vicente ya no le pegara más. Vicente
recordó las palabras de la bruja – “no hagas caso de sus súplicas”- y siguió
apedreando al duende muy a su pesar. De pronto, el duende dio un gran salto
hacia la cerca del corral y limpiándose
las lágrimas le gritaba a Vicente –“ Hasta febrero, hasta febrero!!”- y en un
pestañeo, el duende desapareció.
A la noche siguiente Vicente estuvo al pendiente por si el
duende regresaba pero ya no volvió por muchos meses. Vicente y su mujer
descubrieron que julia había abortado a su hijo debido a que se fajaba
demasiado apretado para disimular el embarazo.
El tiempo siguió su marcha hasta que al siguiente año, en
febrero, el escándalo en el corral se repitió al igual que Vicente repitió la
forma de deshacerse del duende travieso. Este duende, ha venido siguiendo a la
descendencia de los Vidaña apareciéndose cada mes de febrero para hacer travesuras
las cuales parecen divertirle mucho. El método para deshacernos de el, es el
mismo usado por los bisabuelos de mi padre. Y créanme que es muy conmovedora la
forma en que el duende pide clemencia. Bueno, pues esta ha sido la leyenda del
duende travieso.
– Hasta febrero, hasta febrero !!!!.